Tu Pajaro Silvestre
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el verderon

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Mensaje  cader Lun Abr 01, 2013 4:21 pm

Orden:Passeriformes
Familia:Fringillidae
Nombre científico:Carduelis chloris


El Verderón Común, Carduelis chloris, es un sólido pájaro de cuerpo compacto y cabeza grande, cuyo plumaje, visto de lejos, parece solamente verde. Sin embargo, de cerca, o teniéndolo en la mano, el macho posee matices muy destacados. El obispillo es amarillento, las plumas primarias de las alas tienen manchas amarillo vivo, lo mismo que los laterales superiores de la negruzca cola. Las partes superiores, cabeza y espalda, son pardo grisáceas teñidas de verde oliva oscuro; el mentón, la garganta y el pecho son verde amarillentos con tinte gris, y el vientre y las axilas muy amarillos. El pico cónico y muy fuerte, es blancuzco con el extremo pardo oscuro; los tarsos y los pie son color carne, muy claros, y el iris de lo ojos, pardo.

La hembra no tiene la coloración amarilla verdosa tan destacada. La cabeza, nuca y espalda es pardo grisácea oscura, con algún rayado. El obispillo es verde amarillento, y la partes inferiores, pardo grisáceo teñidas de verde amarillento. El bajo pecho y el vientre son amarillos o blanquecinos. En los laterales de la cola tiene menos amarillo que el macho. En conjunto, su plumaje es mucho meno brillante. Los jóvenes verderones se parece a las hembras, pero las partes superiores de su cuerpo están muy rayadas, y lo mismo sucede en el obispillo, que no es amarillo, sino pardo. En el pecho y vientre hay un ligero tono amarillo sobre el gris general.

El Verderón Común rehuye bosques densos, pero no zonas arboladas y claros o linderos. Prefiere huertos de frutales y árboles formando hileras que alternan con césped en parques, jardines y avenidas. Más abundante próximo a ciudades y pueblos, e incluso dentro de ellos en calles y plazas, donde anida casi al alcance de la mano en árboles de adorno y grandes arbustos y emparrados. En la campiña, las parejas están dispersas cerca de cortijos y caseríos, bordes de carreteras caminos, etc.

El pico fuerte y el color general verdoso oscuro del plumaje, en el que destaca mucho el borde anterior de las alas, las primarias y la parte superior de las rectrices de la cola con vivo color amarillo, son rasgos tan inconfundibles como la solidez de su cuerpo cuando lo descubrimos saltando por el suelo, entre la hierba o la tierra llena de plantas parásitas de una rastrojera, donde, generalmente, come en el otoño e invierno. Muy gregario después de la cría, su dispersión empieza inmediatamente que los jóvenes son capaces de valerse por sí mismos. Su vuelo es ondulado y potente, con batidos de alas que alterna con planeos, llevando aquéllas bien plegadas junto al cuerpo. En primavera, las parejas establecidas para criar se posan normalmente en las ramas altas de los árboles, los machos siempre al descubierto. En invierno pueden concentrarse sobre arbustos y plantas que tengan mucho fruto, como laureles y hiedras. Hallándose ampliamente distribuido por todas partes, es uno de los pájaros más abundantes de la avifauna europea. Newton (1972; estima, por ejemplo, que su población en las Islas Británicas puede estar cerca del 3 por 100 de la del total de pájaros que habitan aquellas islas, y en onceavo lugar en abundancia con respecto a las demás especies.



El Verderón Común es un pájaro expresivo, pero que emite notas y canto poco musicales. Si está alarmado, lanza un plañidero e insistente ¡tsuiit! En vuelo, un repetido y acelerado ¡chichichichichi! Pocas semanas antes de la primavera empiezan los machos a lanzar un recio y prolongado zurrido ¡tsuirr...! También al volar o posados en grupos emiten insistentemente un suave ¡chip, chip! El canto es un gorjeo melodioso, pero no muy musical ni en tono muy alto, formado fundamentalmente por un conjunto de notas sin relación unas con otras, y entre las que introduce intermitentemente un suave ¡tsuii! Tanto este canto como la llamada de los machos son lanzados desde posadero alto en árboles o arbustos, y también el canto en vuelo de celo. En días soleados de enero no es infrecuente escuchar la voz de los machos viejos ya establecidos en su territorio, pero realmente no lo hacen con fuerza hasta pasado el 15 de febrero. Mayor intensidad tiene en abril y mayo, pero puede continuar fuerte en junio y julio, e incluso en agosto. El canto otoñal en octubre es muy esporádico.

En función de su potente pico y gran tamaño, es un pájaro muy voraz que necesita diariamente una gran cantidad de alimento vegetal. Enumerar todas o parte de las semillas y frutos que come sería interminable, puesto que come de todo. Las semillas de lino, trigo, avena, alpiste, cáñamo, girasol, etc., pueden concentrar ingentes cantidades de verderones, tanto en los campos donde se recogen o hay residuos de cosechas como en las proximidades de silos y almacenes. Allí crean verdaderos problemas y tienen que ser ahuyentados con ingenios de carburo que producen explosiones intermitentes y que son eficaces a medias, porque los pájaros pronto llegan a acostumbrarse a ellas.

El celo de los verderones comienza pronto. Muchas parejas se han establecido ya en febrero, pero realmente no puede decirse que este pájaro sea un reproductor muy temprano, y aunque los machos realizan vuelos circulares ya en el mes de marzo, en general los primeros nidos no están construidos hasta la última semana de abril. Nidos en marzo son regulares en algunas zonas, pero excepcionales en general. Con seguridad puede estimarse un periodo desde el 12 de abril hasta el 5 de mayo como de construcción de los primeros nidos. Utiliza para ello lugares muy variados, que van desde una planta trepadora o la hiedra que cubre una pared hasta altos árboles, pasando por arbustos siempre verdes y pequeños o medianos árboles de adorno o sombra plantados en parques, jardines y avenidas. No hacen el nido a mucha altura, pero tampoco cerca del suelo. Habitualmente prefiere la horquilla de una rama, y no son pocos los que están bien pegados al tronco principal. Bastante voluminoso, el nido está formado por hierba seca y musgo junto con tallos finos y forrado en su interior con fibras vegetales, raicillas, pelo y no es infrecuente encontrar también plumas o un poco de lana. Newton estima que los nidos de los verderones son justamente colocados fuera del alcance de nuestro brazo, y esto es realmente cierto.

La puesta normal está casi siempre entre cuatro y seis huevos, muchas veces hay cinco y más raras son las de tres y siete. Jourdain cita incluso una de ocho huevos. Tienen la cáscara lisa y brillante, y su color es azul muy pálido, algunos blanco sucio y con puntos y rayas muy esparcidos por toda la superficie de color pardo rojizo o violáceo. Huevos atípicos, pueden ser completamente blancos, y hay considerable variación en su forma y tamaño. Jourdain, para cien huevos colectados en la campiña británica, da un promedio de medida de 20,6 por 14,8 mm., con un máximo de 24,1 por 14,2 mm., o 23 por 16,5 mm., y mínimos de 18,6 por 15,5 mm. o 21,5 por 12,2 mm. (raza chloris). Pizarro D'Almeida obtuvo para el norte de Portugal en 18 huevos una media de 19,6 por 14,1 mm., con extremos de 18,2 a 21 por 13,6 a 14,9 mm. (raza aurantiiventris). La incubación corre a cargo totalmente de la hembra, quien se sienta ya antes de completar la puesta, aunque entonces deja el nido con gran facilidad en cuanto alguien se acerca. A los trece días nacen los pollos (trece-catorce, Jourdain; doce-catorce, Harrison) cubiertos con un plumón gris blanquecino bastante largo y abundante. El interior de la boca es rosa fuerte, y no hay puntos oscuros en la lengua. Las comisuras son blanco amarillentas. Durante la incubación la hembra es alimentada asiduamente por el macho en el mismo nido. Los pollos son cebados por ambos adultos, los primeros días con larvas de insectos (Lepidoptera y Diptera, sobre todo), pero a los cinco-siete días la regurgitación de semillas es continua, unas enteras y muchas rotas y formando como una pulpa amarillenta o verdosa. A los ocho días ya tienen completamente abiertos los ojos, y a menudo salen del nido a los trece días, siendo todavía incapaces de volar. En lugares concurridos, como arboledas de jardines y parques públicos, calles, avenidas y plazas de pueblos y ciudades, los jóvenes verderones que dejan el nido sin saber aún aletear para mantenerse entre las ramas y el follaje, perecen en el suelo. Los que crecen en zonas tranquilas de la campiña pueden permanecer en el nido dieciséis y dieciocho días. Dos puestas en cada temporada son normales todos los años para cada pareja. Algunas, sin embargo, crían tres veces, y a ellas tienen que corresponder los nidos y pollos volanderos que se encuentran a finales de agosto y primeros de septiembre.

El Verderón Común se halla distribuido por casi toda Europa, excepto en Islandia y mitad norte de Escandinavia. En todas partes es un pájaro abundante y popular. Lo mismo sucede en la Península Ibérica. Cría en Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera, y su densidad es muy alta lo mismo en el Norte que en el Sur de Iberia, alcanzando altitudes de más de 1.500 metros, no faltando en bosques de montaña ni en arboledas y valles cercanos a la costa.

Vaurie (1959) distingue para Europa fundamentalmente dos subespecies: Carduelis chloris chloris, que desde Escandinavia y Rusia al Norte, y las Islas Británicas al Oeste, llegaría al Sur hasta Francia, Suiza e incluso Córcega y Cerdeña. Esta raza es más oscura, más grisácea y menos amarillenta que la otra, Carduelis chloris aurantiiventris, que habitaría desde el sur de Hungría y al sur del paralelo 47° N., en Francia, distribuyéndose por Iberia, Italia, Yugoslavia, Balcanes y noroeste de Africa, desde Marruecos a Túnez. Su color es más verde por encima y más amarillo debajo, en ambos sexos, que la denominada chloris, y, sobre todo, los machos son mucho más amarillos en la garganta y el pecho.




La especie es, en gran parte, sedentaria en todo su hábitat. Sin embargo, existen movimientos amplios, unos migradores propiamente y otros simplemente erráticos de corto radio en otoño e invierno, y también hay una cierta trashumancia invernal que se acusa, sobre todo, en los jóvenes, y rara vez en los adultos de más de un año de vida. A la Península Ibérica llegan muchos verderones de las poblaciones europeas pertenecientes a la subespecie chloris, como se ha comprobado siempre al capturarlos para anillamiento en Zumaya y Fuenterrabía (Guipúzcoa). El paso primaveral es allí muy intenso desde finales de febrero con buen tiempo, pero regularmente en marzo y abril, junto con otros fringílidos. Muchos pertenecen a la raza aurantiiventris, son muy amarillos y resultan fáciles de identificar. Estos pasan tarde, en general, no antes de primeros de abril y aún a primeros de mayo. Los machos de la raza chloris, que algunos pajareros confunden con hembras de la subespecie meridional aurantiiventris, pasan, sobre todo, en marzo y en la primera quincena de abril. En el otoño las primeras llegadas se notan en los campos a partir de la segunda semana de octubre, y si el tiempo es bueno, lo que viene sucediendo desde hace años, los bandos no se hacen sensibles en el Norte antes de noviembre, frecuentando entonces los campos donde se ha cultivado el maíz. En toda la Península Ibérica el paso es acusado. Incluso en el Estrecho de Gibraltar, Thiollay y Perthuis (1975), desde sólo dos puestos de observación, entre el 5 y el 20 de octubre contabilizan en vuelo hacia Africa 3.756 verderones. Los primeros días sólo diez-cincuenta por día, y a partir del 12, de doscientos a novecientos. García Rúa (1975) registra en Algarrobo fuerte paso el 6 de octubre, y en la playa de Tarifa (Cádiz), ve numerosos bandos el 14 del mismo mes. En la orilla opuesta (zona de Tánger, Marruecos), Pineau y Giraud-Audine (1976) notan los primeros movimientos de llegada al comienzo de noviembre, y el paso hacia el Norte en primavera se observa ya el 27 de marzo. Los campos donde se cultiva el girasol, concentran grandes cantidades, y los bandos que allí se observan forman a veces verdaderas nubes.

Los cambios repentinos de tiempo, con fríos fuertes en noviembre, diciembre y enero, provocan verdaderas irrupciones de verderones europeos, muchos de los cuales, sin duda, invernan en los campos franceses. El intenso anillamiento a que ha sido sometido este pájaro en toda Europa ha permitido establecer que una gran parte de su población es sedentaria o se mueve en otoño e invierno muy poco. Boyd (1931) estableció claramente que los verderones jóvenes comienzan a dispersarse a las pocas semanas de dejar el nido. En su primer año de vida viajan más que cuando ya adultos han criado en una zona y se establecen entonces en ella el resto de su vida. Las recuperaciones de anillados son casi siempre a distancias inferiores a cinco kilómetros del lugar de nacimiento. Esto supondría como máximo un territorio de unos 80 kilómetros cuadrados en los que presumiblemente se movería el pájaro durante el otoño e invierno en un viajar errático. Hay, sin embargo, registradas numerosas capturas de anillados lejanos. Bannerman (1953) creía difícil que ningún Verderón británico llegara a Iberia, aunque ya conocía uno de origen belga anillado y capturado en Guadalajara. La raza típica chloris no había sido registrada todavía en invierno por los numerosos ornitólogos ingleses que recorrían nuestras tierras y campos andaluces. No obstante, ya hay una recuperación en España de un Verderón británico, y que es por el momento el récord en distancia para este pájaro (1.100 km.). Este caso aislado no debe hacer pensar en una gran entrada de verderones de aquellas islas. Pero es indudable, que pese a lo escrito y observado por los ornitólogos ingleses, un buen número de los verderones que frecuentan nuestros campos en el invierno pertenecen a la raza europea chloris. Dentro de Iberia, y referido a la población nativa, hay un claro erratismo invernal, pero también trashumancia. No otra cosa demuestra, por ejemplo, la captura de un Verderón joven anillado en Milagro (Navarra), y recuperado cuatro años después cerca de Madrid (Boadilla del Monte), en el mes de noviembre, a 290 kilómetros al Sudoeste. También en Baeza (Jaén) otro joven macho anillado en agosto fue recuperado dos meses más tarde en Torrox (Málaga), a 130 kilómetros al Sur-sudoeste. Otro más anillado igualmente en Baeza, en mayo, probablemente en plena reproducción, fue recuperado en Algeciras, a 260 kilómetros al Sudoeste, en octubre dos años después. Muchos más ejemplos atestiguan esta trashumancia, y no pocos un erratismo de corto radio o marcada preferencia sedentaria, criando en el mismo lugar año tras año.

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